PERSPECTIVA

Perspectiva.

Todo en la literatura es perspectiva. De hecho todo en la vida puede resultar un problema de perspectiva, de punto de visto, de lugar desde el que mirar. Malentiendo a Einstein dicen muchos: “Todo es relativo”. Es lo mismo que intentamos decir. Todo depende del lugar desde el que miremos.
En literatura el punto de vista lo es todo. En la vida también. “El ser definitivo del mundo no es materia, ni alma, no está en cosa alguna determinada, sino una perspectiva…” dice Julián Marías.
Todo depende del lugar desde el que se mira, que es también el lugar desde el que se cuenta. Ya lo explicó Woody Allen en Melinda y Melinda película que narra dos veces la mima historia, una vista desde el punto de vista de un autor dramático, otra desde el punto de vista de autor cómico.
Así, la vida, la literatura que viene a ser lo mismo, no es más que la perspectiva que vamos tomando de ella.
La literatura será trágica, cómica, humana, cruel o absurda dependiendo de la perspectiva desde la que mire el narrador.
A esto sólo hay que añadir una cosa: el “yo”. Todo quedará siempre deformado irremisiblemente por el “yo”. Al menos a la hora de la creación. En la recreación (o lectura) interviene también el tú que reinterpreta la información del narrador a su manera. Pero de momento dejemos eso a un lado y centrémonos sólo en el narrador.
Dice Wenceslao Fernández Flórez que el humorismo, el humor, es una forma de vida. O lo que es mismo una perspectiva desde la que mirar el mundo. También lo dice Miguel Mihura: “El humorismo es reírse cuando encuentras a tu mujer en la cama con otro” viene a decirnos el bueno de Mihura. Por lo tanto el humor no depende tanto de la recepción, sino de la intención del emisor, del punto de vista donde el emisor decide colocarse para interpretar el mundo.
Así, hay grandes autores de dramas y grandes cómicos. Autores que lo ven todo como una novela policíaca y otros que no ven más que novelas de aventuras. Los partidarios de la teoría de la conspiración ven misterios y engaños por todas partes.
Esto se ajusta perfectamente a la teoría básica de la novela, el teatro, el cine o cualquier otro arte que devenga en la narración de unos hechos concretos, mas, qué sucede con la poesía, con la pintura, con ese otro arte que no pretende tanto narrar cuanto expresar una idea, un sentimiento, captar un instante, que no es narrativo de por sí.
Si el “yo” modifica totalmente la narración de un hecho, la poesía, arte personal, arte del “yo” por excelencia, es evidente que se encontrará absolutamente mediatizada por la presencia continua de ese “yo” a la hora de expresar.
“Yo no puedo darte más, no soy más de lo que soy”. Dice Pedro Salinas, o: yo sólo soy yo.
José Antonio Muñoz Rojas (al que hemos de dedicar al menos un artículo en el futuro) es el que mejor ha contado esa experiencia del poeta, imbuido en sí mismo, con una perspectiva única del mundo para contar lo que le sucede:

Si cuando pienso en la isla desierta
No estuviera pensando en mí mismo,
Si cuando me siento en una piedra en lo alto,
No estuviera pensando en mí mismo,
Si cuando me visto, me desnudo o me afeito
No estuviera pensando en mí mismo,
No estuviera ahuyentando fantasmas
De mí mismo
Los muchos fantasmas del yomismo
Que soy,
Si me desenterrara y me rayerra
De este yomismo que soy,
Quizá sería un hombre libre.


O lo que es lo mismo, el poeta no puede salirse de sí mismo, no puede ser más que él mismo ni expresarse fuera de su ámbito, no puede descamisarse del que es en realidad, ni para escribir ni para pasear por el campo. Por eso la poesía siempre tendrá ese sesgo de perspectiva única: el “yo” del poeta del que no puede librarse. Es evidente que sobre esto podemos señalar excepciones, sobre todo en la poesía vanguardista y en la narrativa, pero va quedando claro lo que pretendemos decir: el escritor escribe desde una perspectiva ajena: humor, drama, misterio, angustia y desde otra propia: el “yo” de la que más o menos puede librarse a la hora de trazar una narración, pero de la que parece no poder limpiarse a la hora de escribir un poema.
Así, todos escribimos desde nuestra experiencia vital y desde nuestra intuición humana. Unos tendemos al drama, otros al compromiso social, otros al alma torturada, etc.
Todo esto deviene al fin en un fracaso. Si todo arte es perspectiva y perspectiva del “yo” va dirigida a un “tú” que reinterpreta lo dicho, que lo estropea para algunos, o lo mejora para otros, que lo enajena finalmente, haciendo de todo expresión algo distinto a lo pretendió ser.

A Cristina.

José Antonio Muñoz Rojas.

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