CONTRA MÍ MISMO

CONTRA
CONTRA MI MISMO
Es justo que comience hablando contra mí mismo. Porque aunque aún no me conozco del todo debería poder escribir de mí, o mejor contra mí. Porque soy un notas, un imbécil, lo sabéis, lo decís, yo no lo niego, ni lo negaré, es así, es cierto. Y soy muchas más cosas y si soy justo con lo que quiero hacer y decir es necesario que las diga cumpliendo así con todos los demás.
Vivo de milagro, siempre quieto, siempre esperando, como si no hubiera otra cosa qué hacer. Esperando que algo suceda, que algo me llame, que algo suceda, si es que tiene que suceder y si no simplemente esperando porque al final siempre sucede algo, todos lo sabemos, al fin siempre debe pasar algo.
Y vivo siempre solo, siempre callado, sin nadie, como si fuera autosuficiente, más listo o más cierto que los demás, sin comprender que no es así, que estoy siempre equivocado, que no soy más listo, que no tengo más valía, que nada me confiere mayor valía, que no soy más listo que los demás, que eso debo siempre demostrarlo, pero no lo hago ni lo haré, porque eso es trabajoso y soy demasiado perezoso para emprender esa tarea tan grande, porque me gusta lo pequeño, lo asequible, lo que puedo controlar sin demasiado esfuerzo, sin que mi imaginación o mi cuerpo tengan que trabajar más de lo estrictamente necesario.
Y vivo siempre solo y siempre enamorado. Siempre solo y siempre enamorado como un adolescente viejo y canoso.
Gordo y desnutrido, al borde siempre de la muerte por exceso de obsesión o golpe de viento. Al borde siempre de una falsa muerte, de una muerte falsa y de mentira, de una muerte sólo mental e imaginada, de una muerte hipocondríaca y feroz que no existe.
Y vivo siempre triste en apariencia, como si la tristeza fuera mi sino último, mi fin categórico y establecido desde siempre, desde siempre para mí que no creo en el destino y lo repito una y otra vez, siempre derrotado, nunca ganador.
“¿Cuál ha sido tu mayor tristeza? ¿Cuál tu mayor alegría?” Están por llegar. Porque soy un optimista, uno de esos optimistas de lo grande, que piensan en el mundo bueno y feliz. Pero no un optimista de lo propio, de lo íntimo, rumiando siempre mi derrota mucho antes de que se produzca.
Y sobre todo fijo, con dos ideas solamente en la cabeza, dos ideas nada más, porque apoyado en ellas me siento seguro y no creo que me haga falta nada más. Y apoyado en ellas veo el mundo y a los demás y todo me parece fácil si no tengo que vivirlo, si puedo sólo verlo apoyado en mis dos ideas, que me mantienen y que mantengo y que para todo me sirven y me servirán. Y las demás ideas, sean o no buenas no me interesan.
Maniático y absurdo.
Así.
Rubén Bravo.

1 comentario:

Julio Vegas dijo...

¿Cuales son las ideas?