VACACIONES FAMILIARES CAMPESTRES

Queridos admiradores, lo prometido es deuda y si el año pasado, después de hablar de las “excelencias” de las vacaciones en la playa os dije que éste tocaba la montaña, aquí la tenemos. Y sinceramente, no sé que será más insufrible: si la salmoneloica combinación chiringuito-arena-apartamento de mierda; o las vacaciones familiares campestres, autentico monumento a la tortura más vil recubierto de una lona de paz y tranquilidad. Pero no nos liemos más y vayamos al grano.
El objeto más valioso en un camping ¡Y el más escaso!
Según nuestro padre: “¡Mejor que el Ritz!” ¡Ja! En primer lugar, cuando una familia decidía pasar su periodo estival entre cabras y conejos, solían darse dos opciones: Camping o apartamento en la sierra. La primera de ellas solía venir del pater familias, quien deseoso de recordar sus tiempos mozos en la mili, decidía llevarse a los muchachos de instrucción y convertirlos en auténticos hombres de las cavernas. Obviamente, todo acabaría como el culo, y así, el primer día, después de un par de horas por carreteras pedregosas y casi anocheciendo, papá se daba cuenta de que era imposible contar con la ayuda de sus críos para montar una canadiense que pesaba un cojón y medio. Sin embargo, entre cabreos, desesperaciones varias y tres horas de bricomanía forzosa, la tienda quedaba más o menos apañada y todos listos para la cena. Entonces llegaba el segundo error del father, al considerar que los estómagos de sus hijos estaban preparados para un ataque grasiento de todo tipo de embutidos, filetes empañados y albóndigas de lata. Conclusión: vomitona en el saco de dormir a las 2 de la mañana, todos fuera de la tienda, papi a limpiarlo todo y a intentar dormir nuevamente entre los efluvios gástricos que ambientaban la caseta de lona. A la mañana, un nuevo problema al descubrir que tanto mosquitos como pulgas se habían cebado con cada uno de nosotros hasta dejarnos como si tuviéramos el sarampión. Nueva limpieza de sacos y tienda, palabras de ánimo, exaltación de la hombría y, según acompañamos a papá al río para que pueda pescar, primer apretón de tripas. Intentas aguantar pero ves que ese pedo no llevaba únicamente aire consigo, y mientras dices que te has cagado encima, tu hermano, previsor, ya está en cuclillas meando por el culo. Como buenos machos, ahí no llevaba papel nadie, por lo que toca un nuevo descubrimiento: limpiarte el ojete con hierba no mola nada y te deja las uñas llenas de mierda (y no de la negra, precisamente). Sin embargo, el sufrimiento de su progenie no hace mella en el cabeza de familia, porque el quiere pescar sea como sea (y que es el principal motivo por el que se ha venido de camping) y al final decide dejar a los chavales volver solos a la tienda a cambiarse y limpiarse un poco, con la promesa de que volverán lo antes posible y no harán el tonto por el camino (¡Qué gran frase!). Pero como buenos niños desobedientes que son, decidirán darse un paseo antes, metiéndose en cualquier saliente del río que encuentren y, entre agua estancada y putrefacta, cazar alguna que otra culebrilla. Para cuando son conscientes de el tiempo que ha pasado, el padre ya lleva más de media hora buscándolos todo desesperado y así, de esta forma, el reencuentro acaba con el primer gran hostión de las vacaciones. Entre lágrimas e hipos, nos cambian de ropa y preparan la cena, que prácticamente no llegamos a catar porque aquí no es como en las pelis de vaqueros e indios, y cuando bebes agua de un arroyo, pues te entra la de morirte y ya tenemos de todo: potas, diarrea y dolores intestinales. Pero como volver a casa sería reconocer su fracaso como padre responsable y pendiente de sus hijos, algo que ya habían avisado mami y, sobe todo, la abuela, nuestro padre prepara unas manzanillas, pela dos manzanas y nos asegura que con eso, se nos pasará todo. Una mentira de las gordas pero que te crees a pies puntillas y tiras p’alante. Después de una segunda noche nauseabunda, entre el olor a sudor y el despliegue de pedos que papá se marca, los niños no pueden ya más y quieren volver a casa a ver “Dragones y Mazmorras” y dar un beso a mamá. Papá sopesa sus errores y para el año siguiente considera que trayéndose a la mujer, sus problemas acabarán ¡Peor error aun, pero eso ya es otra historia! El año que viene, ¡Los apartamentos de montaña! ¡No cambiéis de canal y hasta la próxima!

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